Soy de peñarol desde que tengo memoria y creo que antes también. Como la gran mayoría de los uruguayos de la misma forma que genéticamente heredamos cosas de nuestros viejos, el cuadro de fútbol es algo esencial.
El fútbol me unió a mi viejo desde chico, arrancando por ir al estadio a la querida tribuna olímpica donde al inicio jugaba y corría más de lo que miraba el partido para luego pasar al baby fútbol. Siempre que hablábamos algo de fútbol en la charla había, no se si mi viejo era un gran jugador o si sabía mucho de estrategias, para mí era el uno, el me enseñaba más que los técnicos y que cualquier otro parroquiano que hablara de fútbol.
Los primeros recuerdos que tengo sobre peñarol son engañosos ya que realmente no se si es que los recuerdo fehacientemente o son recuerdos formados por anécdotas. En el año 1987 cuando el partido final por la Copa Libertadores estaba dando sus últimos segundos de vida Diego Aguirre metió ese gol que todo peñarolense recuerda y en ese momento mi viejo de la alegría rompió la cama de un salto mientras gritaba el gol. Ese es mi primer recuerdo de Peñarol, el encuentro con la gloria eterna. Luego vinieron los gloriosos años del quinquenio donde fuimos a casi todos los partidos. Fue una época de festejo tras festejo, me es difícil no recordar mi niñez si no es con algún festejo en 18 de Julio en el Fitito del viejo.
Luego con los años me hice adolesente y luego un joven adulto que ya iba solo al estadio, al viejo ya no le atraía tanto llevarme al estadio porque el tiempo pasó y ya no podía alzarme al cielo en cada gol ni inventarme historias sobre cosas que pasaban en otras tribunas. Se quedaba en el bar o en casa esperandome para hablar un poco del partido cuando yo llegara con mi amigo romario.
Luego el tiempo y la vida nos alejó un poco, ya no nos veíamos tan seguido, hablábamos poco por teléfono, pero siempre que teníamos la oportunidad Peñarol estaba en la conversación, como si se tratase de un pariente, de un amigo, de un hermano más. En el año 2009 se murió y por razones de la vida me costó mucho llorarlo, el enojo me podía más y durante un año no le di bola a nada. Peñarol salió campeón en 2010 del Campeonato Uruguayo y si bien me puse contento no fue lo mismo de siempre.
Cuando vino la Copa Libertadores del 2011 la ilusión me ganó como creo que nos gana en cada copa a todos los peñarolenses y de alguna manera sentí que en esa libertadores mientras estaba sentado en la olímpica el estaba conmigo, ir al estadio era algo más que fútbol, era un reencuentro, un recuerdo vivo. Ese mismo año por primera vez me estaba mudando de mi casa en Pinamar para vivir solo en montevideo, y casualmente las llaves de la casa me las dieron dos días antes del partido final en Brasil.
Inauguración de la Bandera Gigante de Peñarol
El día del partido en un flete me llevaron la cama, la heladera y el calefón. Luego me encontré con mi hermano en 18 de Julio y Río Branco para ver el partido juntos, ya habíamos ido a ver la primera final en el Centenario. El partido semifinal con Vélez lo vi en Pinamar junto con mi vieja, ella era de Nacional pero gritó los goles conmigo como si fuera una fanática de peñarol más, el penal errado por el pelado Silva lo gritamos más que el gol de Mier, hasta el dia de hoy me reprocho no ver la final con ella, no solo por cábala.
Durante todo ese día, con mi hermano nos mandábamos mensajes contando que habíamos soñado, el pronóstico del partido y quien sabe cuanto mas, los nervios eran gigantes. Nos sentamos en un bar que ya no existe que se llamaba (creo) Del navío, y ahí vimos el partido. La ilusión fue tan pero tan grande que la desilusión al perder fue devastadora, es imposible explicarlo, me sentí tan mal que no pude volver a Pinamar y decidí quedarme en la nueva casa donde solo tenía un colchón. Deje a mi hermano en su casa y me vine caminando por las calles con gente que caminaba igual que yo, triste y con la cabeza gacha. Se largo a llover y yo aproveche la lluvia para disimular y largarme a llorar.
No se que esperaba que pasara al ganar pero la tristeza tras perder fue tan grande que ese día sentí que perdí a mi viejo, por más que el se había ido ya hacia un año y algo ese día me dolió mucho mas. Esa Copa Libertadores me lo trajo nuevamente. Esa noche al llegar a la nueva casa mojado por la tormenta no me importó que no tenía con que taparme, me acosté y llore toda la noche, llore por Peñarol, llore por mi viejo.
Ya que de ilusiones vive el hombre, ojalá algún día nos toque vivir otro 2011 y ganarlo.