La primera vez que fui a piriápolis fue con mi madre y tan solo tenía 5 años. En aquella época estaba de moda salir de mochileros con amigos y si bien el espíritu era llegar haciendo dedo seguramente el ir con un niño chico modificó los planes y fuimos en COT.
El primer recuerdo que tengo de Piriápolis es el centro en la noche, las luces de los comercios y la playa. Al llegar hicimos carpa en plena arena contra el muro de la rambla y pasamos la noche ahí. Al otro día metimos playa todo el día, mi madre amaba la playa y piriápolis tiene la mejor playa para ir con niños. Pasamos un día genial tan inolvidable que lo recuerdo muy claro hasta hoy, más de 30 años después.
Luego con los años volví muchas veces a piriápolis pero de forma distanciada. Una vez en una excursión con compañeros de trabajo del Hospital de Clínicas de mi madre dónde subimos por las sillas al Cerro San Antonio porque mi madre no se animaba a subir en el ómnibus y además conocimos la Fuente de Venus, el Cerro del Toro y El Castillo. En otras ocasiones fui en el fitito de mi padre, casi siempre por el día y donde también metíamos playa casi todo el día y comíamos mucho helado.

Piriápolis era el mejor lugar de diversión del mundo pero cuando llegó la adolescencia y mis primeros años de juventud no fui a visitar la ciudad por mucho tiempo. Un día con Inés (novia en aquel momento) decidimos irnos a pasar un fin de semana en algún camping del país y ella de una me dijo, ¿y si vamos a piriápolis?
Luego de muchos años volví a piriápolis y me enamoré nuevamente, fue como volver a ver al primer amor. Nos quedamos en el camping que se encuentra frente a la terminal y pasamos genial. Al volver a Montevideo busque información sobre Francisco Piria y la historia del balneario y me fascinó. Inés me prestó un libro (Asesinato en el hotel de baños) y eso aumentó mas todavia mi fascinación por piriapolis.
La próxima vez que llegue al balneario la sensación fue distinta, hasta el aire lo sentía distinto, es que un halo de misticismo se había apoderado de mi y ya no solo sentía que era el mejor lugar del mundo para disfrutar de la playa era mi lugar en el mundo.

En el invierno del 2013 luego de haber pasado unos preciosos días de verano en el balneario las ganas de volver eran tan grandes que decidimos con Caro (madre de mi hijo) ir aunque fuera invierno y el hotel esta vez fue el Argentino Hotel. Esa fue la primera vez de muchas donde no solo en invierno nos quedamos alli, a pesar de ser bastante más caro que otros hoteles de la zona, la mística del Argentino es única. En marzo del 2019 decidimos que Rodrigo (mi hijo) tenía que conocer Piriápolis y alojarse en el Argentino. Alquilamos un auto y nos fuimos a pasar el fin de semana, el en ese momento tenía tan solo 3 meses y medio pero disfruto mucho del viaje y de la piscina. En auto es otra cosa, podes visitar muchos lugares de forma mucho más fácil que en omnibus. En noviembre del 2019 me compré un auto y desde que lo tengo las visitas al balneario se dispararon, ya no solo vamos por un fin de semana, muchas veces simplemente vamos por el día.
Quizás para muchos puede sonar raro manejar desde Montevideo hasta Piriápolis para tan solo pasar unas horas tomando sol en el puerto, luego tomar un café y volver, para mi no es nada raro, es encontrarme en mi lugar, en mi casa.
Espero que el futuro me siga teniendo siempre cerca de Piriápolis y algún día pueda cumplir el sueño de jubilarme y vivir ahí.